Los actores vinculados a las cadenas de valor, hoy más que nunca, deben operar de manera integrada para asegurar la provisión de alimentos inocuos, la protección del medio ambiente y, sobre todo, preservar la salud de las personas. Julio Nishikawa, Gerente del programa de Empoderamiento Económico de la Mujer, Nutrición y Seguridad Alimentaria, hace referencia sobre la importancia de intensificar las buenas prácticas de bioseguridad en la agricultura familiar y en general en las cadenas agroalimentarias.
Un enfoque integrado y armonizado para la bioseguridad en la agricultura y la ganadería, bajo el contexto del COVID-19, debe buscar en principio reducir al máximo los riesgos de contaminación y exposición al coronavirus y otras enfermedades para evitar efectos adversos en la salud de las familias vulnerables, cuidar la inocuidad de los alimentos que se producen y la conservación del ecosistema local.
De esta manera, para asegurar la bioseguridad se debe tener en cuenta lo siguiente:
- Labores culturales y prácticas productivas con protección y criterios de distanciamiento social adecuados.
- Labores culturales y prácticas productivas no contaminantes y que pongan en riesgo la transmisión del COVID-19.
- Buenas prácticas de manipulación y transporte seguro en la provisión de la cadena de suministros.
- La introducción de especies, semillas y material genético en general en condiciones de seguridad.
- Uso sostenible y seguro de los recursos naturales.
- Las medidas de protección para evitar la transmisión del virus en los puntos de venta y distribución (mercados, bioferias, bodegas, entregas personalizadas, etc.).
La pandemia de COVID-19 es una crisis mundial que ya está afectando al sector de la alimentación y la agricultura. Por ello, es preciso adoptar medidas inmediatas para garantizar la continuidad de las cadenas de suministro de alimentos, y así evitar consecuencias negativas para todos, en especial para la población más vulnerable.