Cuando me preguntan ¿qué es la gestión del riesgo de desastres? Suelo responder “… hacer bien las cosas, pensando en el mediano plazo y con la cabeza, y no sólo con el bolsillo y corazón.”
Aunque también la respuesta puede ser sarcástica: ¡para que los puentes no se caigan ni desplomen! Cuando hice referencia al bolsillo no estoy pensando en la mezquindad de las personas corruptas, que construyen con mezclas pobres, varillas de fierro de menor calibre, lozas de menor tamaño y/o usan accesorios de mala calidad, para embolsicarse las diferencias del precio porque estos “ahorros” no se ven con los ojos, recién los notamos o nos damos cuenta cuando aparecen los problemas. Lo expuesto me recuerda el viejo concepto de las pérdidas evitadas. Es decir, presupuestar en lo que se deba invertir para asegurar que la obra, el producto, resista los embates de la naturaleza y de la sociedad, para que tenga una vida útil por un tiempo estimado como razonable, o necesariamente lo más barato si no la mejor oferta costo/eficiente.
Esto, tan simple y de sentido común implica, saber que el riesgo se estima a través de una función: Amenaza por Vulnerabilidad. Esta última puede ocasionarse por causas internas (fragilidad) o externas (como la exposición o ubicación).
Para el caso de la infraestructura (pública o privada) y el equipamiento urbano, conocer el territorio es esencial, debido a que es necesario responder con certeza: ¿qué se piensa construir?, ¿quién y cómo son las personas que lo habitan?, ¿qué eventos adversos se suelen presentar? Y ¿cómo podemos mitigar sus posibles efectos negativos?
Los eventos adversos suelen ser de origen natural como sismos, lluvias, vientos, movimientos de masas, etc. pero es el factor humano el que incrementa nuestra vulnerabilidad a ellos. Cabe señalar que, debido a los efectos del cambio climático los eventos hidrometereológicos probablemente se exacerben, las quebradas se vuelvan a activar y los ríos a desbordar … aun con menor lluvia … porque se han deforestado laderas, ha incrementado el sedimento en los cauces, u otras factores más bien antrópicos.
Por este motivo, es urgente que se inicie o avance en un proceso sostenido de planificación y ordenamiento territorial que nos permita pensar en un mediano y largo plazo, para lograr mitigar los riesgos. Asimismo, la experiencia nos ha enseñado que no considerar una partida destinada a la capacitación en operación y mantenimiento en obras de saneamiento o viales es una mala idea.
Al iniciar este artículo hice referencia, que la gestión de riesgos de desastres es hacer bien las cosas, pensando en el mediano plazo y con la cabeza, y no sólo con el bolsillo y corazón. Me referí al corazón porque por razones afectivas (aunque a veces también legales) frecuentemente se construye / reconstruye donde antes ocurrió un evento adverso que “se llevó, se barrió” inutilizó una escuela, un establecimiento de salud, un negocio, una casa, pensando que éste no se va a volver a presentar de la misma intensidad … error, ya sabemos que los eventos adversos se repiten de igual y hasta mayor intensidad, y es que nos olvidamos que las amenazas se multiplican por la vulnerabilidad.