En los últimos años, el consumo responsable y la necesidad de una economía circular se han convertido en puntos clave para abordar la crisis ambiental que enfrenta nuestro planeta. En el contexto peruano, uno de los desafíos más urgentes es el uso desmedido de bolsas de plástico y sus impactos negativos.
En el Perú, los residuos plásticos se consumen por millones, esto sumado a su manejo inadecuado genera una serie de consecuencias devastadoras para el entorno natural y la salud pública. Se estima que los peruanos reciben de 6 a 10 bolsas de plástico por cada compra en el supermercado, y que se eliminan inmediatamente. Estos residuos tardan cientos de años en degradarse, liberando sustancias tóxicas, contribuyendo a la contaminación de ríos, mares y suelos, y afectando la biodiversidad marina y terrestre.
Aunque durante la pandemia (2020) la cantidad de plástico producido se redujo en un 3% aproximadamente, esto no significó una disminución de contaminantes en nuestros ecosistemas, pues se produjo una enorme cantidad de mascarillas desechables.
El rol del gobierno en este contexto es fundamental para promover políticas públicas que fomenten el consumo responsable del plástico. En este sentido, la promulgación de la Ley N° 30884, ley que regula el plástico de un solo uso y los recipientes o envases descartables, que entró en vigencia en el 2018, estableció prohibiciones progresivas al consumo de plásticos de un solo uso, plásticos no reusables, las cañitas y el tecnopor (El Peruano, 2018). También es importante el Impuesto al Consumo de las Bolsas de Plástico (ICBP), incluido en la ley, que grava la compra de las bolsas de plástico en los establecimientos comerciales o de servicios. El impacto de estas medidas produjo la reducción del uso de bolsas plásticas en más de 1,000 millones de unidades. Sin embargo, se debe continuar con las regulaciones y la sensibilización sobre el consumo y el uso del plástico. Asimismo, con el fomento de la innovación y la investigación para el desarrollo de materiales biodegradables.
Otro aspecto clave para lograr un cambio es la participación activa de las empresas. Con las medidas mencionadas, supermercados y tiendas en el Perú han adoptado políticas de reducción del uso de bolsas de plástico y ofrecen alternativas sostenibles a sus clientes. Es necesario seguir impulsando estas acciones, generando un impacto a gran escala.
Es esencial que los consumidores tomen conciencia de su poder para generar un cambio significativo. Según el estudio de Borda, se muestran datos alentadores sobre la predisposición a cambiar de estilos de consumo al ser conscientes del impacto ambiental causado por las bolsas de plásticos de un solo uso. Entonces, es necesario optar por hábitos que reduzcan, reutilicen y reciclen los materiales, antes que desecharlos. Con las bolsas de plástico, esto implica reducir su consumo y reemplazarlas por alternativas más sostenibles, como bolsas de tela reutilizables o biodegradables. Esto no solo beneficia al ambiente, sino a la economía del país, ya que fomenta la creación de una industria local de productos sostenibles y, empleos verdes.
Tenemos un gran desafío en la agenda pública, pues es necesario y posible aumentar nuestros esfuerzos. Es responsabilidad de todas y todos, tanto personas civiles como empresas y autoridades. Debemos promover el cambio hacia alternativas sostenibles, reducir nuestro consumo y fomentar el reciclaje y reutilización. A través de acciones conjuntas y colaborativas podremos dejar un futuro más limpio para las futuras generaciones.
CARE Perú apuesta por una economía circular, con un rol primordial de las mujeres en las distintas etapas de la gestión de los residuos sólidos. La participación de la mujer está presente en la segregación en fuente y recolección selectiva, promoviendo la formalización y/o fortalecimiento de las organizaciones de recicladores y empresas de reciclaje. Asimismo, fomentan el uso de soluciones innovadoras para optimizar los procesos de reciclaje y el desarrollo de nuevos productos de valor agregado para reducir la contaminación por el mal manejo y la disposición directa de los residuos sólidos, particularmente plásticos. Además, fortalecen el diseño, la planificación y la implementación de políticas públicas y marcos regulatorios, mediante el fortalecimiento de las capacidades técnicas y de gestión de los funcionarios.