El Hostigamiento Sexual en el trabajo: retos para el empoderamiento económico de las mujeres

En la actualidad, el progreso de las mujeres en el ámbito laboral se ha convertido en una fuerza determinante capaz de remodelar las estructuras tradicionales de la economía. Aunque las normas sociales de género están experimentando cambios gradualmente, la evidencia respalda que la participación plena de las mujeres en la economía ejerce un impacto significativo en su desarrollo. La coexistencia equitativa de hombres y mujeres en el entorno laboral fomenta la creatividad y la innovación. Las empresas con mayor igualdad de género experimentan un crecimiento más sólido y un mejor desempeño (Banco Mundial, 2016), lo que les permite atraer y retener talento profesional y aumentar su eficiencia (ONU Mujeres, 2016).

Es importante, por tanto, entender que la decisión de buscar o mantener un empleo en las mujeres se ve influenciada por diversos factores más allá del salario. Estas limitaciones incluyen barreras de acceso como la sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, además de una mayor preocupación por la seguridad laboral, y factores expulsores como el hostigamiento sexual laboral.

El hostigamiento sexual se considera una forma de violencia que incide de manera desproporcionada en las mujeres, debido a estereotipos arraigados que perpetúan la violencia de género. Según ELSA (2022), 4 de cada 6 mujeres deben soportar comentarios inapropiados o bromas de índole sexual en su entorno laboral, evidenciando la normalización de esta conducta. Esto no solo disminuye la productividad, sino que también crea un ambiente laboral adverso y afecta significativamente el desempeño debido a las altas tasas de ausentismo y al clima laboral en las empresas.

Si bien es cierto que el hostigamiento sexual es un problema generalizado y que ninguna industria o institución es inmune a él, es más probable que ocurra en organizaciones donde hay mayor representación de trabajadores y liderazgos masculinos. 

Cuando las mujeres logran ingresar a trabajos de los que históricamente han sido excluidas, son, muchas veces, sancionadas y expulsadas simbólicamente de estos espacios por no cumplir con los ideales femeninos tradicionales. Esto se debe a que, como cualquier estructura, frente a cambios o transformaciones, como es la incorporación progresiva de las mujeres, se activan los mecanismos reguladores para mantener el estatus quo. El hostigamiento es una forma de expulsión y sanción naturalizada en nuestra sociedad, que termina comunicándose con las mujeres de maneras sutiles y no tan sutiles.

Como resultado, algunas mujeres pueden optar por abandonar sus empleos para escapar de la situación, lo que afecta directamente sus ingresos y estabilidad financiera. Además, las mujeres que han sido víctimas de hostigamiento sexual pueden enfrentar costos adicionales asociados con la búsqueda de soluciones legales o la búsqueda de empleo en otro lugar, incluyendo costos legales, gastos de salud mental y la necesidad de encontrar formas alternativas de sustento mientras buscan un ambiente laboral más seguro. Este tipo de acoso también impacta en la autoestima y la confianza en sí mismas, lo que puede afectar su capacidad para negociar salarios, buscar oportunidades laborales y defender sus derechos en el lugar de trabajo. Todo esto perpetúa un ciclo de desigualdad económica y subordinación.

Considerando que la tolerancia de una organización hacia el hostigamiento sexual es el principal indicador de este comportamiento, promover liderazgos femeninos para cuestionar las normas establecidas y facilitar estrategias laborales libres de violencia constituye un primer paso crucial. Esto no solo contribuiría a la reducción del hostigamiento, sino también a la creación de entornos laborales más equitativos y productivos.

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