El mundo de la repostería y pastelería siempre cautivó a Angélica Sánchez. Desde muy pequeña, se interesó por preparar deliciosos postres para su familia. Con el pasar de los años, poco a poco fue olvidando ese sueño y se dedicó a estudiar Administración de Negocios Internacionales en la universidad. Durante un tiempo, ejerció su carrera; sin embargo, la pandemia golpeó fuerte en la empresa donde trabajaba y desafortunadamente perdió su empleo como asistente administrativa.
Al igual que muchas peruanas y peruanos que fueron afectados económicamente el año pasado, Angélica tuvo que adaptarse a su nueva situación, así que decidió irse a vivir a Pachacámac junto a su esposo. En contraste al estresante ritmo de vida de la capital, la administradora encontró en su nuevo distrito un ambiente de descanso, donde ahora puede disfrutar de la naturaleza.
“Me gustan los diferentes paisajes que hay en Pachacámac. Si te vas para un lado ves montañas, en otro lado ves vegetación. En Lima hay monotonía, pero aquí he aprendido a valorar las cosas pequeñas, lo importante que es distraernos, salir y respirar aire puro”, comenta.
Además de encontrar un estilo de vida más tranquilo, Angélica pudo reencontrarse con su antiguo sueño: la repostería. Junto a la familia de su esposo, empezó a trabajar por sacar adelante a la heladería que había tenido pérdidas durante al aislamiento social obligatorio. Pese a que fue difícil al inicio, pronto encontró a un aliado que la ayudó a reactivar el negocio familiar.
Gracias al proyecto “Mujeres Resilientes” de CARE Perú y Scotiabank, la emprendedora de 23 años tuvo la oportunidad de recibir capacitaciones en pastelería y chocolatería que permitieron expandir la variedad de los productos y convertir a la heladería en una de las cafeterías más atractivas para turistas en la zona. Además, también aprendió sobre marketing digital, utilizando las redes sociales para las ventas.
“Nos decían que innovemos, así que empezamos a llevar productos a los clientes de los rededores. Hoy puedo decir que también ofrecemos postres, cafés y jugos. Los más vendidos son los kekes de zanahoria, tartaletas de manzana y pie de pecanas. Además, aprendimos a hacer muffins y cupcakes con frutas que cosechamos en nuestro propio huerto”, relata.
Para Angélica, su mayor referente de una “Mujer Resiliente” es su suegra. Ella también es contadora de profesión, pero decidió seguir sus sueños y convertir su pasión en un negocio rentable de helados. Ahora juntas asisten a las capacitaciones de CARE Perú ofrece en crianza de animales y cuidado de huertos, y se animan para seguir innovando en el negocio.
El deseo de la emprendedora es que siempre pueda encontrar maneras de avanzar en la vida. Le gustaría regresar a su profesión y mantener en simultáneo su negocio, ya que este le permite ofrecer oportunidades de trabajo a sus vecinas, quienes principalmente son madres solteras o son jóvenes que buscan ahorrar para sus carreras profesionales.
A pesar de las dificultades que ella ha afrontado en este tiempo, su fuerza interior la impulsa a buscar que, al igual que su emprendimiento, su comunidad también crezca y se reactive con el turismo que durante tantos meses estuvo paralizado. Por eso, anima a que más personas apoyen el turismo local y que las mujeres de su localidad sigan luchando por sus metas.
“Como mujeres a veces sentimos que tenemos que depender económicamente de alguien. Este proyecto nos ha ofrecido nuevos conocimientos y nos demuestra que las mujeres somos resilientes, que somos capaces de salir de cualquier problema o adversidad. Lo que describe mejor a una mujer es la fuerza poseemos. No hay cosa imposible para nosotras.”, finaliza.