Por Lucy Harman, Gerenta del programa de Gestión del Riesgo de Desastres y Respuesta Humanitaria
Me invade una profunda tristeza. Hace un año inaugurábamos con ilusión los primeros tres Centros de Atención e Información Integral (CAIIs) en Trujillo, Piura y Tumbes. Eran espacios diseñados para brindar apoyo a personas migrantes y refugiadas, garantizando su acceso a derechos básicos y oportunidades para reconstruir sus vidas. Hoy, en lugar de celebrar este primer aniversario junto a aliados, colegas y participantes, las actividades del proyecto Alma Llanera están temporalmente suspendidas por disposiciones de nuestro financiador, el Gobierno de los Estados Unidos.
A pesar de esta pausa, no podemos dejar de reconocer el impacto que logramos en este tiempo. En los cinco CAIIs operativos, atendimos a más de 3,320 personas, brindando más de 13,480 servicios. En promedio, cada persona recibió cuatro atenciones esenciales, desde asesoría para su regularización migratoria hasta acompañamiento en salud y apoyo psicoemocional.
Uno de los mayores logros fue facilitar el acceso al Carné de Extranjería, documento fundamental para que estas personas puedan ejercer sus derechos en el Perú. Para muchos niños, niñas y adolescentes, esto significó algo tan básico, pero vital, como tener un nombre reconocido legalmente.
También apoyamos a más de 4,000 personas con atención en salud mental, un recurso imprescindible para quienes enfrentan el duelo migratorio y la incertidumbre de insertarse en una sociedad que, en ocasiones, los recibe con estereotipos y prejuicios. En colaboración con las instancias de salud del Ministerio de Salud, logramos brindar acompañamiento psicoemocional y apoyo especializado a quienes más lo necesitaban.
Nuestra labor no se detuvo ahí. Junto con actores locales, contribuimos a la protección de 546 personas sobrevivientes de violencia y trata de personas. Además, impulsamos el desarrollo económico de decenas de familias migrantes, fortaleciendo pequeños emprendimientos y brindando educación financiera para que más personas puedan acceder a billeteras móviles, cuentas de ahorro y créditos que les permitan salir adelante.
Los números hablan por sí solos, pero detrás de cada cifra hay una historia, un rostro, una esperanza. Cada trámite migratorio resuelto, cada atención médica brindada, cada mujer protegida, es un testimonio de lo que estos espacios significaron para miles de personas.
Hoy nos toca enfrentar la incertidumbre, pero no podemos dejar que el esfuerzo de este año quede en el olvido. La necesidad sigue ahí, y nuestra convicción también. Porque cada persona que ayudamos nos recuerda que la solidaridad no tiene fronteras y que el compromiso con la dignidad humana no puede depender de una disposición temporal.
Este camino no lo recorrimos solos. Nada de esto hubiera sido posible sin el esfuerzo, la dedicación y la entrega del Equipo del Proyecto, que hizo realidad la instalación y el funcionamiento de los CAIIs. Gracias a su compromiso, miles de personas encontraron un espacio de apoyo en los momentos más difíciles. A cada profesional que puso su tiempo, conocimiento y corazón en esta labor, mi más profundo agradecimiento.
Sigamos apostando por un país más justo, donde todas las personas, sin importar su origen, puedan construir un futuro con seguridad y esperanza.